sábado, 21 de octubre de 2006

Mi última musa


Apareció justamente en uno de esos días en que las musas se me fueron con cualquiera y que lo único que hago es concentrarme en imágenes para cuadros que no pinto, porque desde que me informaron que los colores no huelen sentí una terrible amargura, como si hubiese estado aferrada a esa creencia en vano durante toda mi vida. Recordé el caso muy conocido de los dos soldados que luego de cincuenta años de haber terminado la guerra fueron encontrados en una selva, escondidos, esperando a que los enemigos los vengan a matar… ¡cincuenta años!. Ya estaban viejos cuando no sé que milagroso los encontró y les informó que Hitler se había matado, que su país había recibido dos bombas nucleares, que ahora la guerra era en Irak y supongo que ni les habrá nombrado el muro de Berlín porque ellos no sabían de su construcción y menos de su caída.
Yo ya le había inventado una muerte para cualquiera que me preguntara; diría que se ahogó en un ataque de alergia, cuando confundió el medicamento para nariz con un desinfectante y se echó varios chorritos en cada orificio.
Apareció sin coherencia alguna, como sucede generalmente cuando la gente se quiere presentar en mis sueños para expresarme algún mensaje de vital importancia, un rato en un lado, un rato en otro, al siguiente con la cara de un tercero, al rato con el cuerpo de un rinoceronte y en unos momentos más lo habré llamado con otro nombre y habré olvidado quien era en un principio.
Me gusta hacer pruebas con mis sueños, por lo que me pongo el despertador cada diez minutos y anoto las características de los lugares y los diálogos, porque muchas veces los sueños han impulsado cuentos o poesías y varios capítulos de mi novela.
Como apareció se fue, dejando la estela marcada en la pared para que cada vez que la mire lo recuerde; pero olvidando todo aquello que yo le había dado para que se lleve y me lleve. Se fue como lo habían hecho mis otras musas privándome de su presencia intermitente y exagerada… Pude dedicarle unos versos chiquitos, pero ya los había escrito alguien más…
"De tanto amar y andar salen los libros" (Pablo Neruda)

martes, 10 de octubre de 2006

Versos nuevos


Hay dias en los que me levanto pensando en verso. En uno de esos días nacieron estos tres poemas, que creo que son una secuencia desordenada de una misma historia.


Se va a oxidar la luna.


Un día se va a oxidar la luna
de tanta lluvia cósmica
y tanto contraste con el infinito,
de tanta competencia desleal con el astro rey,
de tanto llanto para desinflarse.


Se va a poner roja o marrón
y va a llamar más la atención que las estrellas.


Un día se va a oxidar la luna
para que Dios la note y le de brillo.


Yo te voy a hacer lo mismo.






Desamor.


Desamor de insultos bien colocados
en las llagas más profundas y sangrantes,
de cientos de momentos que arruinaste
con el agua fría de mis decepciones;
de infamias, de mentiras dolorosas
punsando en lo que vos no calculaste,
en este desamor que me congela,
que es puro llanto y somatizaciones
ferozmente concebidas desde el centro
en el que yo estaba hasta que vos me desplazaste,
siete decibeles arriba de lo indicado,
colgada en desamor me has dejado.
Hombre... en cuánto vos también te equivocaste.






Ayer.

Te vi caer del último piso de la Torre de Babel
con la potencia de las cosas impulsadas por las fuerzas místicas,
de las alturas inmemoriales del universo, caer,
como en picada a la fosa cósmica;
acelerando por momentos en el brillo de tus palabras
que cambiaron el lustre por la madera rústica.
Disminuyendo en el terciopelo de tus ojos
que me daban ganas de ser cama elástica,
pero seguiste sin verme tu camino
y no pude frenarte más allá de mis súplicas.

viernes, 6 de octubre de 2006

Dos poemas de amor dos.



I


Cuánto deseo que sueñes conmigo esta noche
y te despiertes sintiendo mi perfume en la almohada,
que la sensación de lo cercano te persiga,
y vos hagas fuerza con la frente para recordar detalles
que llenarán la atmósfera de añoranzas.
¡Cuánto quisiera que sueñes conmigo!
que a la mañana pienses que me querés en serio,
que sientas aun quemando mi beso subversivo
volteando las leyes de la inconsciencia y los deseos reprimidos.


Que cuentes en ayunas el encuentro
y lo rememores hasta la noche siguiente.
Que sueñes conmigo… con eso me conformo.






II


No corresponde según la teoría de los tiempos
que te quiera de esta forma sublime y eterna,
no es lo debido este amor sin normas o escaparates
deslizándose por la mesa hasta tus ojos enfrentados,
actuando sin el más mínimo disimulo
en el cuarto olor rosa que nos encierra.
Pero eso de no acatar los artículos dispares
y soñarte sin ropa y cerca mío,
no es delito ni traición a la patria,
es un romance naciendo consentido,
avasallando los compromisos que existían
y que has borrado con tu simple deseo.

Hoy te amo.

Tuve miedo a la inmensa soledad dorada
que colgó tu silencio sobre mi puerta
y continué aún sin mapa o brújula
por el camino inseguro del abandono,
del absurdo espacio en donde alerta
me esperaba el fragor de tu dulzura.
Hoy te amo otra vez, de nuevo
(no sé si dejé de hacerlo en otro tiempo)
El temor se me escapa de los labios
y tu beso interrumpe el mea culpa.

jueves, 5 de octubre de 2006

La despedida

Me despierto y adoro que tus dulces ojitos sean lo primero que veo, así podría permanecer durante horas, contemplando la pequeña mancha blanca en tu ojo derecho que cambia de forma según el tiempo, cuando llueve es un molino girando levemente, cuando hay sol es un nomeolvides abriéndose, cuando está nublado es un caramelo.
Si estoy aburrida me pierdo en el patio de tu casa que es mágico y surrealista, subo por los techos y desde allí te llamo, divertida, para que vueles conmigo hasta las alturas celestiales de la higuera repleta. Hay un caminito de cuentos en tu patio, pero no quiero detenerme demasiado allí con el juego de la memoria, porque el lobo puede estar cerca y soy chiquita y me asusta demasiado.
Aparecemos en tu bicicleta en un rally mortal por charcos y calles de barro y el guardapolvo se me mancha con aceite pero vos no pareces preocuparte. Miro hacia arriba y veo tu barba apenas crecida y tu sonrisa gigante enfrentándose al viento... no hay tiempo ni espacio, la belleza es absoluta.
Rodamos por la avenida de tu idioma, místico, perfecto. Sentada a la mesa admiro tu magia, desapareces todo lo que está allí. Lo lográs, es impresionante como haces desaparecer la tasa de leche y como la encontras luego sin vacilar. Te hago cosquillas y te abrazo, pero todo se esfuma y estamos juntos, de nuevo, pero ahora yo soy grande y vos chico. Tengo que darte de comer y hablarte en un idioma que se parece a una lengua muerta. Tengo que darte mis energias para que las uses, agotálas que yo no las quiero, pero despertáte y habláme, contáme algo nuestro.
Te persigo por los pasillos interminables a donde fuimos a parar hace mucho tiempo; te corro sin alcanzarte. No me ves detrás tuyo y me canso, me quedo sin aire. Necesito verte los ojitos, decirte que te amo, guardarme un gesto tuyo como anestesia.
Me detiene tu aparición. Basta, dejame ir, me decís.
Y yo siento que así te pierdo, que no voy a poder no rogarte que vuelvas.
Basta.
Ya te perdí.
Te dejo ir.
Chau.