Nada deja de dolerme.
Ni el ocaso sangrante de las tardes transitando
lentamente por el cristal mientras te nombro
como una súplica o un castigo,
ni el rubor del recuerdo callado
que se desliza por mi almohada insomne
en tus noches de alcohol y chocolate,
ni la cándida manera en que huyes
dibujando tu silueta en mis cuadros.
Nada deja de dolerme
cuando apaciguo lo versos biográficos
para que no me hablen de vos a los gritos,
ni cuando las oníricas pretensiones
se circunscriben a tenerte cerca
y de pronto te vuelves
tan parte de todo y de todos
que te encuentro aun cuando ya te has marchado.
Ni el ocaso sangrante de las tardes transitando
lentamente por el cristal mientras te nombro
como una súplica o un castigo,
ni el rubor del recuerdo callado
que se desliza por mi almohada insomne
en tus noches de alcohol y chocolate,
ni la cándida manera en que huyes
dibujando tu silueta en mis cuadros.
Nada deja de dolerme
cuando apaciguo lo versos biográficos
para que no me hablen de vos a los gritos,
ni cuando las oníricas pretensiones
se circunscriben a tenerte cerca
y de pronto te vuelves
tan parte de todo y de todos
que te encuentro aun cuando ya te has marchado.