“Despertate,
hija, estas soñando”
Pude sentir
su mano en mi frente
su voz
de susurro,
fragmentando
la pesadilla que percibía
sobre una
luna azul desarmándose
arriba nuestro,
que, en
el intervalo de una apnea,
observábamos
incrédulas
como se
nos caían las extremidades
a un vacío
insólito.
Era algo así como un viaje astral inesperado
- dos años
luz después,
qué
poco tiempo-
en el
que un enorme agujero negro
comenzaba
a consumirnos desde el centro.
“Despertate, hija, estás soñando,
el peor
de todos tus sueños…”