sábado, 16 de junio de 2012

Lo más importante


En la época en la que le temía a la luna
andaba descalza sobre el río límpido
y dejaba olvidada por cualquier rivera
las superfluas historias de aconteceres desmedidos.
Fue el tiempo de compases desprolijos
de pictóricas pasiones remendadas,
cuando el fuego era una imagen poética
que demasiado a menudo me recorría la cintura.

Después, tu voz. Qué digo,
no solo tu voz: la insolente forma en la que de imprevisto
llenaste todos las zonas fragmentadas
hasta apoderarte impunemente
de cada una de mis quimeras,
redirigiendo mi  camino
hacia donde tu colosal matiz lo orientaba
Audaz y pertinazmente todo lo variaste
porque ya mi preexistencia había quedado atravesada
de un modo irremediable, frenético, por tu imagen que
aunque lejana y distante
pasó a ser mi ansiedad cotidiana,
el perfil que en mis visiones encuentro
y retengo fuertemente entre manos
para que por ese instante preciado,
seas (por un ratito) parte de mi vida.