sábado, 19 de diciembre de 2015

Daniel


Daniel,
en este tiempo nuestro he aprendido
que las canciones de desamor no me calzan
y que la melancolía me sienta fea.
Ahora en mis pesadillas no hay sombrillas volando
ni jeringas
ni lobos hambrientos acechando,
porque mi único temor es que algún día
no estés junto a mi cuando despierto,
y mi única calma y la cura
de mis males reales y de los inventados
es tu abrazo sanador e irrompible.
Mi amado amor,
vos me salvaste de todas las formas en las que era posible,
ahuyentaste los espectros y me hiciste
ser la mujer que quise ser siempre,
cuando me haces creer que puedo hacer 
todo lo que quiera y me proponga.
Daniel, no sos solamente
el nombre debajo de mi anillo
y el que tengo tatuado en la muñeca:
sos mi brújula en todos los espacios,
la musiquita bella que acompañará
las letras que aun no he escrito,
la resignificación de aquello
que creía que sabía y no sabía,
todo mi deseo unificado,
mi historia de amor,
mi vida.