viernes, 10 de julio de 2009

Doliéndome en celeste.


Yo quería simplicidad garrafal
de tu brazo sobre mi espalda cuando duermo
para ahuyentar la soledad y las tensiones,
y tus palabras trepándose a mis sueños
a mitad de la noche.


Algo tan intimimamente sencillo
como contemplar la forma grandilocuente
con la que haces esas cosas cotidianas
que por incluirte se vuelven significativas
y maravillosas.


En los más de seis mil minutos
que del primer beso hasta aquí han transcurrido
recorrí la totalidad de los estados de ánimo,
pensé que hasta podría abandonar mi sueños
si recibía tu amor como ofrenda.


Las promesas se desmoronaron.
Me desplacé de tu amor hasta éste centro
donde estoy sola y muda contemplando
la simulación que tan bien sienta
a los ojos del resto del mundo.


Yo quería creer inútilmente
que volverías mansos los versos que sangraban,
y no que me quedaría vacía e invisible
con una absurda soledad que sólo aguarda
que dejes de dolerme tan profundo.