lunes, 20 de marzo de 2017

Disforia

Hubo un tiempo, no tan lejano,
en el que el dolor se limitaba 
a ser el pie derecho enganchado
en los rayos de la bicicleta
y las pérdidas se trataban 
de perritos que corrían estrellas.
Absurdo pensar que creí 
que el corazón se rompía por un hombre,
o que desperdicié versos
en pasiones que hoy me resultan fictas.
El miedo era un pinchazo,
o un aplazado en la libreta,
o la insinuación del cuerpo que tapaba
para no provocar a ningún lobo.
Parece que fue hace un siglo
pero tan solo unos años atrás 
las mujeres de mi casa estaba vivas
y la muerte no se representaba
ni siquiera en las peores pesadillas.
Todo era porvenir, nada incompleto,
la perfección estaba al alcance de la mano
y las voces que hoy añoro resonaban cotidianas, inagotables,
haciéndome creer que aquellos días 
no se terminarían nunca.