Resido en un mar de arena,
verde infinito,
que deja mis pies hundidos
entre noctilucas asustadas,
tan oscuras como las sombras
que habitan conmigo
y se niegan a marchar.
Vagos espectros que se amontonan
con sus recitas bajo mi techo,
quintándole la luz
a todos los paraísos que no transito,
derritiendo mi casa con fuego un
invisible,
ahogándome
en una vigilia estéril.