jueves, 18 de septiembre de 2014

Ensamble

Vos encendés las noctilucas que fosforecen el mar,
ese mar que supo ser amorfo e incoloro,
de espuma resquebrajada.
Mutaste el designio del degradé de mis sueños
de catástrofes y perros abandonados.
Soy arcilla en tus manos,
tuya,
desde el mismo momento en que sellaste
mi suerte con tu beso,
o tal vez desde antes,
desde aquella mañana de abril
cuando desde la otra esquina
pareciste reconocerme.
De vos depende mi torpe existencia
a un nivel insospechable,
me diste tanta luz que no me reconozco
en todas las literatas que supe ser.
Soy arcilla en tus manos,
tuya,
tan tuya como nunca antes de nadie.