a días remotos y comunes:
tu voz anunciándose desde el patio,
los anteojos negros aún adentro
y el cafecito asqueroso que te hacía y qué tomabas
como si estuviera bien hecho.
Hasta allí me lleva,
o a otro día:
una tarde cualquiera en tu casa,
el pasillo infinito y tu sonrisa
recibiéndome con la puerta abierta.
Parecías mitológica,
habías vencido al fuego y a la muerte,
y toda la verdad simulaba
ser una parte definitoria de tu esencia
cómo tu antojo,
o tu carraspera o tu ojo lagrimeante.
El hilo de Ariadna me enreda
y no hay mas recuerdos que aquellos
en los que estabas aún como una margarita más de tu jardín,
o como la mujer ansiosa y ordenada
y graciosa y pesimista
e inolvidable
que eras donde quiera que te piense.
Ya no tienen temario mis poemas,
creo que deberías saberlo,
desde entonces y en este laberinto
recurro a tu sol y tu imagen
que ya no irá cambiando con la mía
pero que es parte de mi
inexorablemente.
1 comentario:
Aférrate a jirones de recuerdos mientras aún valen algo. Que eso nos permita seguir leyendo hasta que no quede más que decir. Me fue muy grato leer esto. Saludos cordiales.
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